Dando forma a la sociedad moderna, el acero ha contribuido a sus grandes cambios desde el desarrollo económico a la mejora de la vida cotidiana del hombre.
Nos remontamos a algún momento anterior al año 3000 a.C., fecha de la que datan los primeros utensilios de hierro descubiertos por los arqueólogos en Egipto. Se desconoce con exactitud la fecha en que se descubrió la técnica de fundir este metal para producir uno más versátil, pero, lo que sí es cierto es que, hasta que fue reemplazado por el acero, el hierro fue la base material de la civilización humana en Europa, Asia y África. Los artesanos del hierro aprendieron a fabricar acero calentando hierro forjado y carbón vegetal en recipientes de arcilla durante varios días, con lo que el hierro absorbía suficiente carbono para convertirse en acero auténtico (aleación compuesta de entre 0.2% y 2.0% de carbono).
La historia de la industria siderúrgica moderna comenzó en la década de 1850, y desde entonces, el acero ha sido básico para la economia industrial.
A finales de la Edad Media, productores de hierro europeos habían desarrollado el alto horno, una estructura alta con forma de chimenea en el que la combustión se intensificaba por una ráfaga de aire que se bombeaba a través de capas alternas de carbón, fundente y mineral de hierro. La producción moderna de acero emplea modelos perfeccionados de los hornos de aquella época, sin embargo, todo parece indicar que los altos hornos están destinados a desaparecer. La alternativa está presente en las mini acerías que ya funcionan hace décadas y cuya sencillez en el proceso reduce los costos de inversión, operación y mantenimiento.
El acero, al igual que otros metales, puede ser reciclado. Al final de su vida útil, todos los elementos construidos en acero como máquinas, estructuras, barcos, automóviles, trenes, etc., se pueden desguazar, separando los diferentes materiales componentes y originando unos desechos seleccionados llamados comúnmente chatarra, materia prima que las mini acerías funden en sus hornos de arco eléctrico. Posteriormente es prensada en bloques que se vuelven a enviar a la acería para ser reutilizados, reduciendo de esta forma, el gasto en materias primas y en energía que supone la fabricación del acero. La Unión de Empresas Siderúrgicas (UNESID) estima que desde 1900 se han reciclado 22,000 millones de toneladas de acero en el mundo; por cada segundo que pasa, se reciclan 15 toneladas.
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El acero forma parte de nuestra vida cotidiana, es la columna vertebral de los puentes, el esqueleto de los grandes edificios. Lo encontramos en los automóviles que conducimos, en las casas en que vivimos, el transporte, en las latas de comida que consumimos, en los aparatos que hacen nuestras vidas más fáciles. La tecnología avanza a pasos agigantados y científicos e investigadores no cesan en la búsqueda para encontrar nuevos materiales y maximizar las propiedades de los actuales. Ya existen nuevas aleaciones de acero que cuentan con la misma resistencia-peso que el titanio, pero 10 veces más barato. Seguro que pronto formarán parte del paisaje diario contribuyendo con ello a mejorar nuestra calidad de vida a través de aquello que nos rodea, revolucionando la manera en que vivimos.