China pone limitaciones y prohíbe los rascacielos de más de 500 metros de altura apostando por una “nueva era” arquitectónica.
Los rascacielos siempre han sido un sello inequívoco del desarrollo económico de un país. Como si fuera un trofeo, alcanzar el cielo se volvió una obsesión para ciertas economías que fueron convirtiendo sus edificios más altos en construcciones muchas veces absurdas.
Pero el pasado mes de junio, China puso un alto en esta carrera por llegar a ser el más alto limitando las construcciones verticales y volviendo a dotar de humanidad a los edificios recuperando un principio fundamental en la arquitectura: la utilidad.
Un reto tecnológico
Según crece en altura un edificio, este se ve afectado por elementos externos que proponen retos importantes para que arquitectos e ingenieros doten de seguridad al mismo elemento constructivo pero también a los usuarios.
El viento, incluso con velocidades leves, puede impactar no solo la estructura de un edificio, sino también en su entorno. En las plantas más altas el viento provoca una oscilación leve pero perceptible para los usuarios. Pero también existe el conocido efecto de corriente descendiente. El viento que golpea un edificio se acelera y se ve forzado a ir en todas direcciones: hacia arriba, hacia los lados, pero también hacia abajo, hacia la base del edificio afectando a los transeúntes que circulen por alguna de las fachadas que quede expuesta a una orientación que reciba vientos dominantes. Molesto pero incluso peligroso.
Como lo es también la posibilidad de sufrir un sismo que afecte considerablemente el diseño y así el costo constructivo de un edificio que pretende considerarse rascacielos (que supere los 100 metros de altura).
La eficiencia también se pierde con la altura. Según se eleva un rascacielos, el área útil del edificio decrece en porcentaje llegando a reducirse en un 50% para las plantas más altas contra la utilidad del 70% a 80% que tienen sus plantas más bajas.
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Una «nueva era»
A pesar de que el aprovechamiento vertical de las construcciones se ha visto en su momento como una ventaja para evitar el crecimiento horizontal de las ciudades, ahora el gobierno de China ha decidido limitar la altura de sus edificios a los 500 metros. Tan solo considerará una excepción para aquellos que puedan justificar la necesidad de construir más alto, asunto que no lograron comprobar los proyectos recientes para la ciudad de Shangái.
Un nuevo reglamento que ve por su entorno, que cuida a sus usuarios y que defiende también la recuperación de un estilo constructivo más amigable con la cultura y la observación de sus edificios históricos.