Los mercados mundiales de materias primas se ven sacudidos por el brote de coronavirus en China. El sector de la construcción puede resentirse.
Resulta de conocimiento general la importancia de China como motor económico mundial. Gracias a su enorme superávit comercial en los últimos años, el país asiático ocupa el puesto del mayor exportador mundial y el segundo mayor importador. Según datos referentes a sus actividades económicas presentadas por el Banco Mundial y UnComtrade, la participación de las exportaciones del país en el PIB es del 31% y sus principales productos maquinaria eléctrica, ropa, textiles, equipos ópticos y médicos, juguetes, armas, así como de hierro y acero.
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Por otro lado, las importaciones de China son tales que se ha convertido en el mayor importador de petróleo a nivel mundial, con cerca de un 14 por ciento. Sus compras de aluminio representan 58 por ciento de la demanda mundial, las de cobre más del 50 por ciento de su demanda y 48 por ciento del níquel. Ante estos datos es inevitable la repercusión internacional que está teniendo esta economía en recesión a causa del coronavirus.
La caída de los precios de las materias primas como el cobre, el hierro, aluminio y gas natural líquido, son las más afectadas. Como efecto dominó, los países que los exportan se plantean parar sus producciones por temor a saturar un mercado en el que su mayor comprador ya no lo hace como antes. Estamos ante un menor dinamismo del comercio mundial en el que la inversión se verá afectada también por la incertidumbre de futuro.
El consumidor de materias primas más importante del planeta presenta una crisis económica y nuestro país se encuentra entre los que tendrán una reducción de su dinamismo significativa, en torno al medio punto porcentual. Esperemos que el efecto en expansión esté cercano a detenerse.