La energía disponible ha sido desde su inicio el factor principal para la evolución de la maquinaria de obra.
El molino de agua se utilizó en la antigüedad para cortar madera a través de un sistema de manivela y con la llegada de la energía eléctrica la construcción de máquinas más funcionales permitieron llevar a cabo trabajos mucho más precisos.
La mayoría de los equipos de maquinaria modernos pueden rastrear su historia antes de la década de 1920. Las primeras niveladoras y compactadoras eran de tracción animal, pero el esfuerzo necesario requería en ocasiones de muchos animales. Es entonces cuando el tractor, y luego el asentador de vías fueron adaptados para poder jalarlos y poco después se motorizaron. La adición de la cuchara del Búldozer al tractor arrastrador, una innovación clave para desplazar tierra sobre cortas distancias, llegó un poco más tarde. A partir de ahí, se consolidaron los diseños, y el tamaño y la potencia de los motores incrementaron, los motores diésel se volvieron bastante universales.
Al umbral de la Segunda Guerra Mundial la maquinaria de obra había llegado prácticamente a su forma actual. Este acontecimiento histórico sería un importante punto de inflexión pues conduciría al rápido desarrollo de sistemas hidráulicos que revolucionaron los equipos pesados de la construcción. El afán de ahorrar mano de obra dio paso al desarrollo de las primeras innovaciones, primero en agricultura y después en construcción, inmersos en una rápida carrera hacia la mecanización.
Los Estados Unidos fueron pioneros, pues en Europa la mano de obra era muy abundante y las obras de menor escala lo que alargó en el tiempo la necesidad de alcanzar niveles mayores de productividad. De 1950 a 1970 los equipos se volvieron más eficientes y la densidad de potencia de los motores aumentó. Durante las décadas 70´s y 80´s, se introdujeron importantes innovaciones en la configuración de la máquina y el tren motriz; el diseño del piñón elevador del tractor de oruga y la dirección diferencial son dos buenos ejemplos de ello. Desde 1980 en adelante, el enfoque fue crear más equipos compactos, controlar los niveles de ruido, las emisiones de gases de escape de motores y, en general, buscar una mejor maniobrabilidad y una mayor seguridad.
Además de ganar en sofisticación, los equipos actuales han aumentado tanto en durabilidad como en eficiencia. Su vida útil esperada se ha más que duplicado, pudiendo algunas máquinas actuales llegar de 15,000 a 20,000 horas antes de una primera reparación. Hace treinta años, alcanzar esa cifra era algo que resultaba imposible; los avances tecnológicos aplicados al área han conseguido que hoy consuman menos combustible y sean más productivas.