El Tratado de libre comercio T-MEC que ha entrado en vigor este 1 de julio, sustituye al firmado en 1994 dando continuidad a su declaración de intenciones y a los indudables beneficios que económicamente ha supuesto para México.
En el escenario de comercio internacional que ha dejado la pandemia, este tratado garantiza que la cadena de suministros que provee al mercado norteamericano siga incluyendo a México no solo en la misma medida, sino probablemente de manera más amplia ahora que todas las economías quieren reducir la globalidad y la interdependencia lejana en sus insumos.
En el sector de la construcción, tan golpeado en los últimos meses, las expectativas son favorables ya que se mantiene la necesidad de capacidad manufacturera, lo que incrementará la construcción de plantas y fábricas así como bodegas y mejoras en vías de transporte.
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Especialmente, el apoyo que se está dando a las tecnologías y comercio digital obligará a grandes inversiones en infraestructura para almacenaje de datos y su transmisión como las que ya están anunciando empresas del sector en el territorio.
Las novedades que incorpora este nuevo tratado hacen referencia a la protección de los derechos laborales de los trabajadores, lo que de alguna manera podrá revertir en una mayor capacidad de consumo favoreciendo la demanda en la construcción de vivienda.
Todavía es temprano para valorar el efecto real del tratado, pero esperemos que a pesar del escenario de incertidumbre post COVID en el que nos movemos, y de la terrible desaceleración que ya venía sufriendo el sector de la construcción, la confirmación de un espacio económico común con EEUU y Canadá auspicie un entorno con tipos de cambio estables, crecimiento de la demanda y balance en los precios de insumos suficientemente amplio como para rescatar el sector en 2021.