En todo el mundo los ladrillos de arcilla horneada han recobrado fuerzas como un material versátil de bajo costo.
El ladrillo representa uno de los elementos de mayor valor para la historia de la arquitectura, tal vez incluso de la humanidad misma. Desde sus orígenes hace más de 4,000 años, ha caminado de la mano de la evolución de la cerámica convirtiéndose en la semilla que dio lugar al desarrollo de la construcción. Este material es un componente económico y sostenible que por tratarse normalmente de fabricación local, denota no solo una composición armónica con su entorno, sino un significado estrechamente ligado a un marco cultural.
Con más de 16,000 micro fábricas de horneado no controlado en México, es necesario apoyar la implementación de filtros de chimenea y el uso de combustibles adecuados.
Aunque por mucho tiempo la mayoría de proyectistas han considerado este elemento como un material en desuso, algunos estudios arquitectónicos han retomado su implementación, restableciendo su vínculo inherente con la construcción de viviendas. Al reavivar esta estética, se promueve una edificación de bajo costo que no demerita en calidad, diseño o buen gusto.
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Sus matices de tono rojizo terroso hacen que los ladrillos de arcilla dispongan de una rústica belleza áspera. Por otro lado, su naturaleza absorbente permite que autorregulen la humedad al interior de la vivienda. Estos factures aunados al equilibrio de bajo costo, calidad y diseño han sido fundamentales para que el mundo de la arquitectura pose su vista una vez más en el arcaico material.
Ahora bien, la reciente reconciliación con este elemento creador no solo lo ha posicionado como un material estructural sino también decorativo, con un uso más que conveniente para la arquitectura. La clara tendencia alrededor del mundo por buscar alternativas resistentes y económicas aplicables en las fachas de distintos proyectos ha favorecido la experimentación con diversas técnicas tradicionales, modernizándolas con propuestas frescas e innovadoras. Las fachadas de ladrillo perforado, por ejemplo, permiten una ventilación y una iluminación natural que aprovecha al máximo los climas de zonas templadas.
Con una vida útil de más de cien años, los ladrillos de arcilla horneada continúan dando forma al futuro de la civilización.